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  • Foto del escritorberenice martinez

Sin él

Cuento escrito por la alumna Abigail Arellano del grupo 165

Fotografías Gabriel y Fernanda

 

Está recostad

o sobre una superficie que está llena de tierra, boca abajo. Las fuerzas que tiene son casi nulas, y respirar le parece cada vez más difícil. La presión en su pecho empieza a ser insoportable, llegando al punto de poder describirlo como un dolor agudo, como miles de agujas clavándose en su pecho.

Gira un poco la cabeza y abre los ojos, esperando poder ver ese bonito cielo azul que solía ver con su padre todas las mañanas, pero lo único que encuentra es una ciudad en ruinas, un cielo gris, y a unos cuantos metros, el cuerpo de su padre tendido en el suelo, recostado y con los ojos cerrados, como si sólo estuviera tomando una siesta, como si fuera el momento adecuado para dormir.

“Maldito viejo” piensa mientras sonríe suavemente. Las fuerzas ahora son menos, pero le alcanza para arrastrarse a su lado, en donde se recuesta abrazándolo mientras deja unas cuantas lagrimas correr. “Déjame dormir contigo una última vez, como cuando era pequeño” y entonces cierra sus ojos, y duerme, pero esta vez, ya no va a despertar por la mañana.




UNA SEMANA ANTES


Baja las escaleras de manera perezosa mientras trata de arreglar los desordenados cabellos azabaches, que están irremediablemente enredados. “Debería cortarlos, porque ya comienzan a ser molestos” con ese pensamiento entra en la cocina, donde su padre se ríe de su desesperación por deshacer el enorme nido de pájaros que hay en su cabeza.

–No te burles de mi desgracia –le dice mientras sigue intentando desenredar su cabello sin éxito–Aprende a vivir de manera feliz.

–Yo vivo de manera feliz, hijo –contesta mientras continúa atento a los alimentos que se están friendo en la sarten que sostiene.

El chico bufa molesto y renuncia a tratar de rescatar su cabello, por lo que se dirige a la sala, encendiendo la televisión, yéndose directo al canal de las noticias internacionales.

“Los cuerpos de los animales fueron encontrados esta mañana, pero los laboratorios han realizado las autopsias, y se ha demostrado que murieron por intoxicación a causa de dióxido de carbono (CO2), pero lo extraño en esta situación es que no se han tenido registros de incendios forestales cerca de esa zona, por lo que los integrantes de la brigada contra Incendios Forestales ha pedido el apoyo de algunos de los científicos más reconocidos del país para poder investigar las causas de las extrañas muertes…”

El sonido del teléfono de su padre interrumpió por completo el discurso de la chica que estaba en el noticiero, haciendo que todo quedara en completo silencio, y que los dos hombres dentro de la casa pusieran toda su atención en el celular.

–Hijo, contesta, por favor –el menor asintió lentamente antes de levantarse y contestar, pero fue una grabadora la que le dijo todo.

– Se le solicita al señor Adams que se presente en la sede de la ONU el día de mañana para tratar con él asuntos de prioridad nacional.

– Te ocupan mañana en la cede de la ONU –lo dijo mirándolo fijamente–. Me dijiste que tu descanso duraba tres meses.

– Y en realidad es eso lo que dura –dijo su padre en voz alta. Dejó todos los utensilios de cocina a un lado y se giró para encarar a su hijo–. Se que prometí estar todo este tiempo contigo, Matt, pero creo que esto es algo realmente importante y…

– ¿Puedo ir? Prometo no hacer los destrozos de la última vez…

– Tienes 23 años… puedes perfectamente cuidarte solo, pero… bien, vamos.

El chico sonrió suavemente mientras corría de nuevo escaleras arriba para comenzar a arreglar todas las cosas que necesitaban para el viaje.

><



Hacía exactamente dos horas desde que habían llegado a ese edificio que parecía ser gris por todos lados, incluso sin ventanas. Al chico le pareció bastante raro que todos a su alrededor parecieran tan alborotados si solo tenían que investigar la muerte de unos cuantos animales.

Todos dentro del edificio eran muy cordiales, y eran amables incluso con el, que no tenía nada que ver con la investigación, pero no podía pasar por alto el hecho de que todos estaban alerta, y además de todo eso, parecían estar un poco inquietos cada que llegaban más personas a ese lugar, a pesar de que solo eran quince a lo largo te de todo el edificio. Siete científicos encargados de la investigación, cuatro guardias, tres asistentes y él. Incluso parecía vacío.

Estaba caminando por el pasillo principal, ese que tenía mucha iluminación y que parecía ser el corazón dentro de esa estructura fría. Era el único de todos los pasillos que tenía conexión con todas las habitaciones existentes dentro del edificio. Estaba el comedor (siempre se preguntó de donde sacaban la variedad de comida ahí), los dormitorios, y las salas de investigación principal, las cuales se encontraban justo en el centro, como si se buscara que fuera el último lugar que encontraran.

Negó con la cabeza esperando poder disipar aquellas miles de dudas que se arremolinaban en su cabeza en busca de una respuesta que le pudiera ayudar a encontrar algo lógico en lo cual pudiese haber una respuesta correcta.

– ¿No entiendes lo grave de la situación? ¡Las malditas plantas ya no están produciendo oxígeno!

Todo se congeló en ese momento. ¿Había escuchado bien? Si las plantas ya no estaban produciendo oxígeno, eso era mal, ¿no? Era malo porque sin ese gas morirían.

Se revolvió los cabellos de manera desesperada y comenzó a correr en dirección a los dormitorios, en donde se permitió perder la paciencia unos cuantos minutos antes de sacar todas las cosas que llevaba dentro de su maleta hasta llegar a la computadora portátil. Se dispuso a sacar toda la información que fuera posible acerca del oxígeno, para al menos poder ayudar en algo, a encontrar una solución…

Cinco horas después, mientras luchaba por mantener los ojos abiertos y soportar la luz de la pantalla de la computadora, comenzó a repasar de manera lenta toda la información que había obtenido, más para ver si encontraba una solución que para poner a prueba si en realidad lo había aprendido.

– No tiene color. No huele a nada. No sabe a nada. Es un no metal, pero una de sus características es su alta reactividad –guardo silencio unos minutos antes de reír de manera baja–. Es tan estúpido mantenernos vivos por un maldito gas que nos puede matar, realmente estúpido. En algún lado leí que el oxígeno le da el tono rojo al sol… bueno, que más da.

– Me dijeron que estabas aquí –la voz de su padre lo sacó de sus pensamientos–. Te escuché, así que lo que puedo suponer en este momento es que ya lo sabes. Busqué el momento para decírtelo, pero bueno… ningún padre está preparado para decirle a su hijo que ninguno de sus sueños va a poder cumplirse.

El mas chico se quedó estático y luego bajó la cabeza, esperando que su padre no pudiera darse cuenta de todo lo que estaba pasando por su cabeza mientras negaba suavemente.

– Estoy seguro de que pueden hacer algo –fue lo único que dijo antes de mirarlo a los ojos–. Tu siempre puedes hacer algo que lo solucione.

–Podría haberlo hecho antes, pro llegados a este punto dudo que haya algo que pueda hacer, porque después de todo, el problema ya es más de lo que podemos manejar –su voz se fue apagando conforme hablaba–. Legados al punto de que las plantas ya no puedan producir oxígeno alguno, dudo que haya alguna otra cosa. Es cuestión de tiempo para que se acabe por completo, dado que hace un día exacto que ninguna planta en el planeta lo esta produciendo.

– Es estúpido depender de un maldito gas que es…

– Tóxico, lo se.

– ¿Qué se supone que va a pasar ahora? Quiero suponer que van a comenzar a pasar muchas cosas malas a partir de ahora, quiero saberlas.

– Bueno… primero… las células vivas en este planeta explotarían, el cielo se va a hacer más oscuro, el calor del sol va a aumentar de manera considerable, las estructuras hechas de concreto se van a derrumbar… la presión del aire bajara en aproximadamente un 21%, la corteza terrestre va a quebrarse…

– Eso sería un apocalipsis –la voz de quien era el más chico en la habitación sonaba rota–. Creo que ahora estoy feliz por mamá, no va a sufrir de esta manera.

El padre del chico sonrió y negó suavemente con la cabeza antes de dar unas cuantas palmadas en su hombro, mirándolo con los ojos cristalizados sin que se diera cuenta.

– Haz lo que sea que quieras hacer ahora mismo, hijo –sonrió–. Aun tenemos la cantidad suficiente de oxígeno para tres días. Aprovéchalos al máximo.

Cuando su padre salió de la habitación se quedo sentado mirando fijamente las hojas que aun aferraba en sus manos. Tal vez la alternativa del oxígeno artificial no era una buena opción cuando te quedaban solo tres días de vida, porque nunca sabrías si funcionaría.

Negó con la cabeza y soltó todos los papeles que tenía en las manos, tirando también todos los que ocupaban espacio en su cama. Se recostó en la cama y se cubrió con las frazadas hasta el cuello. El sol comenzaría a calentar demasiado, si, pero podía aprovechar su última noche durmiendo justo como a él le gustaba.

Despertó. Despertó y solo miró el techó, notando en seguida como la luz matutina ya no alumbraba tanto como solía hacerlo normalmente, por lo que se levantó y se sentó frente a la ventana, notando como las paredes comenzaban a soltar un poco de polvo, incluso como se caían a pedazos pequeños cuando las tocaba. El cielo aún era azul, pero parecía sucio. No era como el que veía todas las mañanas al lado de su padre a raíz de la promesa que ambos le habían hecho a su madre.

– ¿Qué se supone que haces cuando sabes que vas a morir en dos días…?

La pregunta se quedó flotando en el aire, como una vaga promesa de que todo iba a salir mal en algún momento.

– No puedo pensar en nada que pueda hacer para matar el tiempo que me queda.

Y no hizo nada, porque solo podía pensar en que moriría, y que ya no había más alternativas.

El segundo día posiblemente fue mucho peor que el primero, pero ahora habló todo el tiempo que se le fue permitido con su padre, hablando de cuando él era pequeño, incluso permitiéndose reír a causa de los chistes que él otro le decía. Olvidándose por un momento que en poco tiempo ya no habría más momentos como esos.

Cuando despertó el último día, no podía escuchar absolutamente nada de lo que pasaba a su alrededor. Había sangre escurriendo de sus oídos, pero él no lograba a entender por que, pero eso realmente no era lo que importaba en esa situación.

El cielo ahora era gris, y ya no quedaba nada del bonito azul que días antes habría tenido listo para recibir a todas las personas que despertaban lentamente en las mañanas.


Salió justo a tiempo para salvarse del derrumbe de lo que antes fue el lugar en donde estaba durmiendo. Observó fijamente el cielo, notando inmediatamente el calor que hacía aquella mañana de diciembre.

Se quedó en pie, hasta que su cuerpo fue perdiendo la fuerza lentamente, hasta caer de rodillas en el suelo, sin poder levantarse.

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